El quejarnos nos trae más quejas y le vamos perdiendo el encanto a la vida, aprendemos a ver todo oscuro y sin color.
Te voy a contar una historia; en una ocasión dos conocidas mías se fueron de vacaciones por un crucero, durante una semana.
Cuando regresaron, le pregunté a la primera que vi de las dos, cuéntame. ¿Cómo te fue? ¿Te gustó la experiencia?
Ella me respondió: para nada, ese barco estaba feísimo, mas de lo mismo, la comida estaba sin sabor, los lugares en donde nos llevaron no tenían ningún encanto, la gente odiosísima, yo estaba loca que se terminara esa semana, fue un dinero perdido.
Cuando vi a la segunda persona, le hice las mismas preguntas. ¿Cómo te fue? ¿Te gustó la experiencia?
Ella respondió: me fascinó, todo estaba bellísimo, le gente era muy amable, la comida exquisita, ese mar se veía hermoso, en los lugares a donde nos llevaron había muchas casitas de madera de diferentes colores, eso me encantó, se veían tan lindas, todos nos recibían con mucha amabilidad, me gustó tanto, que mi esposo y yo nos vamos a planificar para volver.
No podía creerlo, que esta persona me estuviera hablando del mismo lugar, que ella se tomara el tiempo para ver y disfrutarlo todo, hizo que su viaje fuera inolvidable con deseos de repetir la experiencia.
Aprendí que tu decides de que forma ve las cosas, si encuentras lo feo y amargo en todo lo que vez o lo hermoso, lo dulce, lo divino, tu decides de que color quieres que sea tu vida.
Término con esta frase de Stephen Covey. “Vemos el mundo no como es, sino como nosotros somos”.
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